Próximamente estaremos publicando la I CIRCULAR DEL III Congreso Nacional de Estudiantes y Graduados en Filosofía 2018 UNMdP Facultad d...

Un recorrido por la Filosofia Analítica ,editado por Daniela Suetta desde http://www.dialogocomosfilosofos.com.br/category/davidson/


Archive for the ‘Davidson’ Category

30
nov

Filosofía analítica

   Posted by: Héctor Hugo Palacio Tags: , , , ,
Tras la emigración de los miembros del Círculo de Viena hacia Estados Unidos, huyendo de los nacionalsocialistas, su tradición fue proseguida en América con modificaciones, alcanzando su cima en especial con Willard van Orman Quine y Donald Davidson. Sin pretender alcanzar una teoría del uso de los significados, en el sentido del Wittgenstein tardío, Quine, un alumno de Carnap, sometió a una crítica radical los presupuestos fundamentales del positivismo lógico. En el centro de su pensamiento se encuentra la dependência básica del contexto de todo significado lingüístico y, por lo tanto, de todo saber. No puede existir una única descripción correcta del mundo, como la pretendida por el positivismo, ya que distintos sistemas de saber no traducibles recíprocamente pueden coexistir sin problema de ningún tipo.


Willard Quine

Donald Davidson, en cambio, se mantiene en la pretensión de explicar el significado de una frase con ayuda de las condiciones de verdad, pero ya no piensa éstas con independencia del interpretar comprensivo en la comunicación intersubjetiva. Al ampliar el concepto fundamental de la interpretación a la comprensión de acciones, consigue una vinculación de filosofia práctica y teórica sobre una base de filosofía del lenguaje no muy alejada, por lo que se refiere al contenido, de la tradición continental de la hermenéutica, aunque apoyada en unos fundamentos teóricos completamente distintos.


Donald Davidson

Wittgenstein escribió en el prólogo del Tractatus que había “solucionado definitivamente los problemas en lo esencial”. Aunque fueron em buena medida los problemas que se le plantearon al Círculo de Viena a la hora de elaborar una teoría verificacionista del significado los que condujeron a Wittgenstein a una revisión radical de su posición inicial.

 Después de su muerte se publicó la obra que cambiaría el curso de la filosofía del siglo XX, las Investigaciones Filosóficas, de 1953. Wittgenstein abandona la concepción de la realidad como algo que existe con independencia del lenguaje y que es meramente reflejada por éste. Más bien el mundo sólo se hace accesible en su descripción lingüística. De ahí que no exista una única descripción apropiada del mundo, sino que la corrección de la descripción depende del lenguaje que se utilice. A causa de esto Wittgenstein renuncia a la construcción de un lenguaje ideal que evite las vaguedades del lenguaje ordinario, puesto que este último ya está bien como está. Son más bien las confusiones del uso lingüístico de la filosofía (y de la ciencia) las que crean problemas, que mediante um análisis detallado del lenguaje ordinario pueden ser refutados, al comprobarse su carência de objeto. El único aspecto que no cambia respecto a su filosofía inicial es la concepción de la filosofía en cuanto terapia lingüística.

Carnap

 En las Investigaciones Wittgenstein parte de una concepción del habla como una actividad guiada por reglas, como los juegos. Tal juego lingüístico, como lo llama Wittgenstein, está inmerso en diveros contextos o formas de vida prácticos, y la descripción científica es tan sólo una de las muchas posibles. El significado de una palabra se sigue de la función que cumple en el juego lingüístico, es decir, el significado de una palabra es su uso. En esta sencilla formulación se halla una teoria del significado que resulta completamente nueva.
 El significado de una palabra ya no proviene de su referencia a determinados objetos en el mundo, ya sean cosas o propiedades de éstas, sino únicamente de la institución social del buen uso. Se emplea una palabra correctamente cuando se sigue una regla de aceptación general para el uso de la palabra. Pero, como se hace esto? Al aprender un lenguaje se aprende a base de ejemplos del uso de esta palabra, y se aplica sobre nuevos casos, sin poder consultar criterios que garanticen la corrección del uso. En definitiva debe ser suficiente con el hecho de que el nuevo caso es lo bastante parecido al caso ejemplar com el que se ha aprendido el uso del concepto.
 De esto se sigue, de una parte, la inevitable vaguedad de los conceptos. De otra parte, Wittgenstein extrae de ésto la consecuencia epistemológica antiescéptica de que los miembros de una comunidad lingüística no sólo deben estar de acuerdo sobre las definiciones, sino que además tienen que estarlo también en buena medida sobre los juicios a propósito del mundo.

John Austin

La Oxford philosophy. denominada así según su centro intelectual, u ordinary language philosophy retomó los estímulos wittgensteinianos e intentó, con un trabajo muy meticuloso, solucionar problemas filosóficos mediante el análisis del uso cotidiano de los conceptos que aparecen en ellos. La teoría de los actos de habla de John Austin fue especialmente fructífera. A partir de la observación de Wittgenstein de que los seres humanos siempre hacen algo cuando hablan, mostró como todos los actos de habla se pueden descomponer en su contenido locucionario y su papel ilocucionario, o sea, lo que se hace cuando se dice algo (como, p. ej., prometer, agradecer, etc.).

Cinismo contemporáneo

Peter Sloterdijk, Crítica de la razón cínica, Siruela, 2009

Fenomenología del cinismo postmoderno
            La reedición, por parte de la editorial Siruela, de la Crítica de la razón cínica de Peter Sloterdijk es una noticia que no puede dejar indiferente a nadie que se dedique al oficio de pensar. A pesar de que en los círculos académicos alemanes, es una obra ignorada, el texto del filósofo de Karlsruhe plantea serias preguntas y sesudas reflexiones que nadie que pretenda comprender las palpitaciones de nuestro tiempo puede ignorar. Se trata, como se sabe, de un texto extenso y críptico, tanto por su nomenclatura, -es un creador de muchos neologismos- como por los múltiples meandros intelectuales que el autor se permite el lujo de dibujar. La tesis, sin embargo, es clara: el cinismo es el signo de nuestro tiempo y éste se expresa de múltiples modos. Como el ser, el cinismo, también se dice de muchas maneras.
El cinismo postmoderno que, nada tiene que ver con el cinismo griego, el de Diógnes de Sínope, es la consciencia desgraciada de la Ilustración, la cristalización del fracaso y, por lo tanto, una actitud vital caracterizada por la nostalgia y por la imposibilidad de creer ya en algo. Para el cínico nada es claro, nada merece la pena el sacrificio, el esfuerzo, la entrega. Dice el autor: “Dado que todo se hizo problemático, también todo, de alguna manera, da lo mismo. Y éste es el rastro que hay que seguir. Pues conduce allí donde se puede hablar de cinismo y de ‘razón cínica’” (p. 21).
El autor, que relaciona estrechamente el cinismo con el nihilismo, el fracaso de la Ilustración y la descomposición de las grandes ideologías emancipadoras del siglo XX, expone, con dureza, casi diríamos, con total transparencia las debilidades, contradicciones de nuestro tiempo y expone la lenta agonía de la filosofía. Un texto que da que pensar, pero que no plantea terapéuticas, ni posibles mesianismos, puesto que el cínico ya no cree en nada, ni en el Partido, ni en la Religión, ni en la Razón. El mundo se deshace en sus manos y todo se le presenta bajo la forma de engaño. “El cinismo moderno -escribe Peter Sloterdijk- se presenta como aquel estado de la conciencia que sigue a las ideologías naïf y a su ilustración. El agotamiento manifiesto de la crítica de la ideología tiene en él su base real” (p. 37).
El cínico aparenta creer en algo, pero de hecho, ya no tiene fe en nada, ni siquiera en sí mismo. Sólo le mueve el instinto de autoconservación. Ya sabe que no puede cambiar el mundo, que la fatalidad del sistema capitalista no permite alteraciones, pero mira de situarse en el mundo y sacar la mayor tajada del mercado. “Los cínicos no son tontos y más de una vez se dan cuenta, total y absolutamente, de la nada a la que todo conduce… Saben lo que hacen, pero lo hacen porque las presiones de las cosas y el instinto de autoconservación” (p. 40). La crítica de Sloterdijk es demoledora y afecta a todas las esferas y ámbitos de la sociedad, desde el ejército, hasta la iglesia.
Incluso la educación formal y universitaria está atrapada en las redes del cinismo. Se trata de aprobar los créditos, de hacer ver que uno sabe, para así tener un título y acceder a la vida profesional, para una vez ahí, hacer ver que a uno le interesa lo que se cuece en aquella empresa. Juego de cínicos. Afortunadamente  Sloterdijk salva algunos maestros que, dentro de un sistema cínico de educación, tratan de enseñar a pensar y sobre todo, pretenden iniciar  a los jóvenes a la vida consciente. Escribe el pensador de Karlsruhe: “Si no hubiera maestros que desesperadamente se esforzaran, a pesar de la docencia, por llegar a la Ilustración y que invirtieran su energía vital, a pesar de las circunstancias, en el proceso pedagógico, apenas ningún alumno llegaría a darse cuenta de qué es aquello de lo que se trata en la escuela” (pp. 149-150).
El paisaje que describe Sloterdijk es desolador. Uno desearía pensar que no tiene nada que ver con la realidad que vivimos y, sin embargo, tiene que reconocer que el polémico filósofo, está hablando de nuestro mundo, de nosotros mismos. Escribe: “Cada cual hace su trabajo y se dice: sería mejor meterse de lleno. Se vive de un día a otro, de unas vacaciones a otras, de un noticiario a otro, de un problema a otro, de un órgano a otro en privadas turbulencias y en historia a medio plazo, agarrotado y al mismo tiempo distendido” (p. 171).
La pregunta que deja suspendida el filósofo de Karlsruhe en su libro es clara: ¿Qué puede liberarnos del cinismo? ¿Cómo recuperar la fe, la esperanza, la voluntad de vivir, para decirlo al modo nietzscheano? Ninguna respuesta. El ser humano, observado desde la distancia, no da la impresión de ser un animal inteligente, sino más bien un homo stultus. Escribe Sloterdijk: “Con un sentimiento de amargura, el viejo hombre despliega a continuación el retablillo de estupideces humanas: amputaciones, circuncisión, celibato, culto real, vasallaje, sometimiento, sociedad de clases, drogas, alcoholismo, tabaco, modas, joyas, guerra y armamento, superstición, corridas de toros, exterminio de especies animales, destrucción de bosques, aduanas proteccionistas, enfermedades por ligereza” (p. 696).
En definitiva, uno tiene la impresión, al terminar de leer el largo ensayo que, frente a la razón cínica, debemos reivindicar, de nuevo, la razón luchadora, pero sin caer en el punto de vista ingenuo de nuestros antepasados. La razón luchadora, tal como la describe Sloterdijk es “ya de por sí una razón activista y no pasiva que no se deja disolver a ningún precio y que de por sí no se somete nunca a una prioridad del conjunto, de lo general y trascendental” (p. 758).